El diseño fractal como herramienta para gestionar el caos en organizaciones (1/2)

Cuando el caos no puede ser previsible ni controlado, diversos autores consideran que el mismo puede ser guiado por ciertos parámetros de comportamiento.

 “…En términos de estrategia empresarial, asumir la inestabilidad del entorno (teoría del caos) en el ámbito organizacional supone el cambio de un modelo estratégico, caracterizado por planes muy detallados generalmente elaborados por agentes externos, a un modelo mucho más flexible en donde la organización debe continuamente adaptarse a las amenazas y oportunidades que se le presentan…”.

José Navarro ha propuesto la aplicación de un diseño fractal de la organización como método para gestionar el caos. Este diseño deberá basarse en cuatro principios que son: la redundancia de funciones, la variedad interna mínima requerida, las especificaciones mínimas críticas y los grupos autogestionados:

Redundancia de funciones:

Se suele subestimar el poder de las personas que producen dentro de la organización; por lo cual las empresas eligen invertir grandes sumas de dinero en adquisición de herramientas o procesos de desarrollo, no así, en la capacitación de su personal o en métodos de incentivo hacia el trabajo de los mismos. Sin embargo, cada uno de los miembros dentro de una organización juega un papel fundamental en el desarrollo de la misma; ya que cada acción que este genere produce un efecto, que puede influir en el complejo de la organización.

El principio de redundancia de funciones propone la aplicación de la polivalencia en el ámbito laboral, traducida en la calificación de los empleados en variadas competencias; es decir, propone que cada empleado sea capacitado para realizar funciones diversas; evitando en la medida de lo posible el estancamiento de los mismos en el ejercicio de una función específica, lo cual limitaría entonces, la capacidad de adaptabilidad de los mismos ante situaciones inesperadas.

Con la aplicación de este principio es posible lograr una mayor flexibilidad organizativa y mayor capacidad de adaptación  por parte de los empleados a cambios rápidos. También es posible desarrollar en los mismos un mayor potencial de innovación, ya que se les permite relacionarse con una cantidad mayor de tareas dentro de la organización.

Variedad interna mínima requerida:

Muchas veces las organizaciones realizan incrementos en la variedad de sus productos sin hacer evaluaciones sobre la capacidad de su sistema; este tipo de decisiones conllevan por lo general, a la satisfacción de necesidades a corto plazo; no obstante, al introducir gran cantidad de productos en sus empresas incrementan la variedad de estos y dificultan la administración interna, sobrecargando a la organización de variedad con la cual deben trabajar día a día.

Ello conlleva a la necesidad de un esfuerzo mayor por parte de los empleados, pérdidas de tiempos de descanso, entre otros; lo cual resulta negativo para el desarrollo de la capacidad de innovación de la empresa en cuestión; ya que el esfuerzo por lidiar con la variedad, como se dijo anteriormente, dificulta la administración interna.

El principio de variedad requerida fue propuesto en 1956 por el “… cibernético inglés W. Ross Ashby, (…) para referirse a la necesidad de una variedad interna en los sistemas abiertos que coincida, en variedad y complejidad, con la del entorno con el que interactúa. Autores como Weick (1969) o Morgan (1986) han trasladado este principio a la organización al referir que éstas han de presentar una variedad funcional que sea pareja con la variedad y complejidad de los entornos con los cuáles la organización interactúa….”

El principio de variedad interna mínima requerida permite determinar los límites del principio de redundancia de funciones.

Especificaciones críticas mínimas:

Este principio propone que los directivos realicen especificaciones mínimas a sus empleados sobre la misión y resultados genéricos que se proponen alcanzar con la realización de determinado trabajo; lo cual permite crear condiciones permisivas que derivan en flexibilidad interna; lo cual favorece el desarrollo de sistemas autoorganizados y más adaptativos a los cambios.

Al mantener un conjunto muy simple de reglas e instrucciones que definan o limiten el marco de trabajo se permite a los trabajadores interactuar libremente con el trabajo a desarrollar y se favorece la creatividad y por tanto, la capacidad de innovación.