El Síndrome de Procusto contra los emprendedores corporativos

El gurú de la publicidad, David Ogilvy, decía “Si cada uno de nosotros contrata a gente de menor talla que la nuestra, nos convertiremos en una empresa de enanos. Pero si cada uno de nosotros contrata a gente que es más grande de lo que somos nosotros, nos convertiremos en una empresa de gigantes”… Y es que en las grandes compañías a nivel mundial, existen personas con cierto nivel de mando que sufren del llamado  “Síndrome de Procusto: aquel que corta la cabeza o los pies de quien sobresale”.

Los Procustos constantemente merman el crecimiento de los intraemprendedores por temor a estos, pues son quienes toman riesgos para solucionar situaciones complicadas, mejoran los productos así como la oferta de servicio de la empresa, y continuamente crean nuevas líneas de negocio dentro del mismo mercado.

En lugar de sacarle el mayor provecho posible a sus recursos y de rodearse de ese emprendedor corporativo lleno de proactividad y dinamismo, optan por tener a su cargo seres de quienes puedan prescindir con rapidez o que tengan la aptitud mínima para el cargo.

Estamos en medio de una época donde las empresas –pequeñas, medianas e incluso grandes multinacionales- se ven en la necesidad de reinventarse, concibiendo nuevas ideas y planificando distintas líneas de negocio a partir de las ya existentes que sean acordes a este período de innovación. Para ello es importante contar con individuos altamente comprometidos con la creación y desarrollo de nuevos proyectos, pues solo ellos serán capaces de llevar a término estas propuestas creativas con verdadero éxito, promoviendo el interés de los demás miembros del equipo en el plan a llevar a cabo, empleando y compartiendo nuevos conocimientos propios de la generación y disfrutando de la resolución de problemas en el ambiente laboral.

Además, en el contexto histórico actual, de crisis (económica y más aún de valores) parece que algunas organizaciones están desarrollando este síndrome e incluso los pudiera ser que los propios procesos de selección estén penalizando a personas con marcado espíritu emprendedor.

Es por ello que contar con uno o varios intraemprendedores en la organización representa un gran valor. Se trata de tener a favor, in house, personas con carácter “maker” y ambicioso, que formen parte de la compañía pero que no sean dueños de la misma, quienes ponen en práctica sus talentos y capacidades para crear y promover la implementación de nuevas ideas con el respaldo de la infraestructura y la organización empresarial. Quizá los procesos de selección deberían adaptarse y valorar estas habilidades.

Sin embargo, estas personas son vistas como una amenaza más que como un factor positivo por aquellos “líderes” empresariales con perfiles tradicionales, pues son sumamente resistentes a la innovación en el ambiente de trabajo. Los directivos tradicionales son el tipo de personas que generalmente se ven más afectadas por el Síndrome de Procusto,  pues suele tratarse de mandos intermedios o altos gerentes con la necesidad de ajustar todo el clima laboral a sus requerimientos, a  lo que piensan y dicen y después menospreciar a quienes sobresalen en el equipo de trabajo apartándolos del proyecto que estén manejando.

Creo que es importante identificar a los miembros de la organización que pudieran estar desarrollando este Síndrome de Procusto y para ello, hacer una diferenciación objetiva  entre las actitudes y acciones “conscientes” e “inconscientes” de estas personas en medio de la cotidianidad empresarial es una forma segura y efectiva de conseguirlo. Si lo diagnosticamos, podremos encontrar el antídoto.

Hacer referencia a que son inconscientes de su lado Procusto, es describir a directivos o mandos intermedios que son totalmente ajenos a las opiniones de los demás al confiar plenamente en que su idea es la mejor y siempre será la mejor y el reto del equipo de trabajo es el que debe adaptarse al planteamiento hecho.

La forma en que abordan cada situación es tan adecuada para ellos mismos, que tienden a rechazar y molestarse con aquellos que les contradicen y no se ponen en los zapatos del otro incluso pensando que verdaderamente si lo hacen. Además lo que hacen y lo que dicen es contradictorio, ya que usualmente promueven la tolerancia, la diversidad de pensamiento, el flujo de ideas y cuando esto se lleva a la práctica, no soportan las opiniones contrarias y las convierten en críticas.

Por otro lado, quienes son conscientes de haber desarrollado Síndrome de Procusto, son –de igual forma- directivos o personas con cierto poder de mando que realmente reconocen y admiten la presencia de figuras que pueden opacarlos en su equipo de trabajo.

Usualmente se trata de personas con temor a los jóvenes, a los nuevos en la empresa y a los más proactivos o con habilidades y conocimientos que ellos pudieran carecer.  Por tal motivo, tienden a frenar la creatividad e iniciativa de las personas a su cargo para no ponerse a sí mismos en evidencia como seres limitados.

 

Los procustos son realmente nocivos para el clima laboral y para la reinvención de las empresas. Y la mejor manera de evitar que esta personalidad crezca entre los miembros del equipo es aprender a gestionar el talento de cada integrante del proyecto. De esta manera, será más fácil evitar momentos y situaciones de estrés y tensión innecesarios, sacando el máximo provecho a los equipos de trabajo, elevando el rendimiento y la eficacia de las personas involucradas en el desarrollo de la idea.

Por eso para ser un buen emprendedor corporativo se debe ser capaz de asignar las tareas a quienes mejor las pueden llevar a cabo, manteniendo abierto el acceso a los proyectos que permitirán destacar el valor de cada miembro del grupo, exigiéndoles altos niveles de calidad en las entregas y desarrollo de cada parte del proyecto hasta culminarlo con éxito.

Es más, quizá es hora ya de hackear las organizaciones y llenarlas de emprendedores corporativos que las transformen y conviertan en obsoletas a las actuales empresas.